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Urbana *

domingo, 9 de diciembre de 2007

Ella, tan solo ella


Ahumada, 4:30 de la tarde. Se ve hermosa, fresca, jovial, mágica. Su vestido transparente y colorido. Sus brillos, flores y aroma a lavanda. Inmóvil permanece de pie. No se da cuenta que la observo todos los días a esta misma hora. Que me enamoré de ella. Pero no respira, no pestañea, no vive. Un sonido metálico y todo cambió: la moneda que lancé en el sombrero sobre el asfalto la hizo moverse, pestañear, respirar y vivir. Me sonrió y me fui. La estatua humana de hada mágica en Ahumada es la preferida de todos. La mía también.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Maniático


El cabo López es un buen militar. Se levanta todos los días a las cinco de la mañana, se da sagradamente una ducha de diez minutos y se afeita prolijamente día por medio. Su uniforme impecable, su pelo bien peinado. Un ejemplo a seguir. Saluda cordialmente a sus compañeros y se cuadra ante sus mayores. Llega a las siete de la tarde a su casa, de vez en cuando patea a su perro, castiga a sus hijos todos lo fines de semana después de gritarles. A su esposa la obliga una vez por semana. López es solo un buen militar.

viernes, 19 de octubre de 2007

Stand by me


No se inmutaba ante nada. El sol le daba justo en su cara y sus infinitas pestañas brillaban como nunca. Iba dormida, con la cabeza apoyada en la ventana. De vez en cuando, solo cundo la micro frenaba bruscamente, se despertaba, pero de inmediato volvía a dormirse.

Me gusta mirarla, es toda una aventura tratar de descifrar que ocurre en sus sueños a estas alturas del viaje. Afuera, los autos se atochaban, daban estridentes bocinazos, la gente de mal humor. Un eterno tráfico. Y ella no se inmutaba ante nada.

De pronto abre sus ojos de golpe y comienza a buscar perdidamente algo. Lo encuentra. Sus ojos brillan, pero esta vez no es solo por el sol, ahora vibra con otra cosa, algo que aun no logro descubrir… “Stand by me, nobody knows the way it’s gonna be…” Era la canción la que pudo sacarla del sueño. Provenía de los audífonos de un tipo no mal parecido, bien encachado. Ella lo miraba y a la vez cantaba al pie de la letra junto a los Oasis.

Antes que la canción llegara a su fin, el tipo toca el timbre, se baja de la micro en Plaza Italia y ella, mientras sigue cantando, lo sigue desde arriba con la mirada hasta que lo pierde de vista por completo. Se vuelve a apoyar en la ventana y duerme.

-Sol, ya llegamos, despierta- Le dije. Y ella con sus ojos semiabiertos se para del asiento y toca el timbre un poco antes de llegar a Los Leones. Nos bajamos. No hablamos nada. Callados todo el tiempo.

Fue ahí cuando entendí que ya no tenía sentido estar con ella, retenerla a mi lado. Hace mucho tiempo que no sentía nada por mí y yo ya lo había notado. ¡Huevón!... “Quédate a mi lado, nadie sabrá la forma en que va a ser…

No se inmutaba ante nada. Ni siquiera ante mí.

jueves, 27 de septiembre de 2007

Mendigo, reparador...


"Por los senderos, en noches de invierno, sin techo, sin ropa, sin pan, una voz me atenazaba el corazón helado..." (Rimbaud)

Era inevitable verlo todas las mañanas cuando me iba a estudiar. Era ya parte de la rutina diaria darle una moneda y sentir compasión por él. Era un consuelo pensar que siempre hay alguien peor que uno.

La estación de metro Baquedano era su casa, albergaba ahí su cuerpo, su espíritu, su decadencia, y más tarde supe, sus recuerdos. Era un hombre relativamente joven para mí, bordeaba los treinta, pero a simple vista aparentaba más de cuarenta. Su ropa era un desastre, su pelo y su barba también.

Un día, de la nada, bajo el efecto solar supongo yo, lo miré, me acerqué y lo invité a tomar un café a un lugar que me habían recomendado. Él, respetuosa y amablemente aceptó. Nos dirigimos hacia la cafetería sin pronunciar palabra alguna durante todo el trayecto.

Cuando ya nos sentamos, y ahora bajo el efecto de la cafeína supongo yo, me comenzó a hablar de su gusto por el café con cuatro de azúcar, junto con el placer que le producía el aroma de los granos picados en la máquina. Le sonreí.

Y como si tuviera un montón de palabras atragantadas dentro de él, vomitó todo lo que contenía su poblada mente.

Habló tantas cosas que es difícil poder recordar todo. Recuerdo que habló de su felicidad en una vida pasada, de una carrera perfecta, en una universidad perfecta, con amigos perfectos. Me habló también de un instrumento de seis cuerdas amado por él, en el cual se refugiaba cada vez que su lengua no le permitía hablar. Me habló de una familia pequeña que lo consentía en todo. Recuerdo que me contó sobre sus amores, algunos largos, otros tormentosos, otros tantos felices, de diversos sabores y aromas: amores de leche materna, canela, cerezas frescas, putrefacción, y su favorito... el amor con sabor a engaño.

-Bien rico el café- Me dijo, mientras yo lo escuchaba atentamente como si fuera una niña atónita con cuentos de hadas.

-Rico, rico- Reiteró.

Me contó sobre sus trucos de magia, su encantos y desencantos. Habló sobre mundos mágicos con seres mágicos. Me contó sobre su vida entera como si me conociera de una vida entera. De pronto sus ojos se humedecieron.

-¿Sabes? Regalé alas, le di alas a mucha gente y fue un error. Vi alas en personas que jamás tuvieron ni brazos ni piernas- Me decía, mientras yo saboreaba un galleta de vainilla.

-A veces uno se encandila con los ojos de las personas, sabes, crees que todo es transparente y especial, sin embargo hay que saber ver- Dijo. Y yo seguía ahí, atenta.

-Y como regalé y vi alas en personas, también rompí unos cuantos pares y fue mi perdición- No entendía mucho a que iba, pero fuera lo que fuera, podía comprender en parte que era un tema que lo conmovía totalmente. Se sonó para disimular.

-¿No entiendes, verdad? Mira, hace años que no hablaba de estas cosas... hace años que no hablaba en realidad. Sí, yo estaba comprometido, era feliz, tenía todo lo que podía llegar a desear un hombre, mi novia era única en su especie, la más linda, la mejor. Un día, mientras caminaba, una mujer me encandiló... Ya sabes, lo que te decía... -

-Sí, sí entiendo eso- Interrumpí con suavidad.

-Sentí que me enamoraba de nuevo. Era una prostituta, única en su especie, la más linda- Me relataba con total soltura y confianza-. -Ahí todo se fue a la mierda, porque le regalé alas y luego, cuando era tarde, me di cuenta que no tenía ni brazos, ni piernas, ya sabes, ¿no?- Afirmé con mi cabeza.

Por un momento hubo un silencio perturbardor, mientras a él se le humedecían aún más sus ojos. Esta vez cayó una escurridiza y furtiva lágrima, que solo yo percibí.

-Perdí todo, y no por culpa de la prostituta, sino por las alas, ¡las malditas alas que vi en ella! Lo sé, fue mi culpa. Ahí dejé todo, pero jamás me entregué a un vicio, solo decidí vivir en la indigencia a modo de abstraerme del mundo y reparar alas. A eso me dedico ahora, sabes, a eso y a respirar. Nada más.- Casi terminaba, lo sabía por el semblante de su rostro.

-La plata que pido es para eso y para escribir y comer, claro. Siempre escribo, pero los escritos se los traga la ciudad. Y los digiere rápido. No te imaginas. Terminó.

-La cuenta por favor- Dije. Y nos fuimos.

La despedida fue cálida, pero extraña. Él se dirigió a su hogar-estación y yo a cualquier lado. Pensaba en lo triste que era su historia y lo denigrante que debe ser mendigar plata, comida, una taza de café, ilusiones y un oído para que escuchara sus más recónditos recuerdos.

Pobre, no sabe que al ver, regalar, quitar y romper alas, había dejado las suyas en su otra vida. Cuando su vida era perfecta y su novia era la mejor.

"Toda se paga" me dijo una vez una amiga. Y él, ahora paga con su soledad y su oficio: Reparador de alas.

No lo vi nunca más.






jueves, 20 de septiembre de 2007

Corregidor Zañartu #748


Hace más de cinco meses que Tomás y Nicole habían cortado relaciones. Fue una decisión de él y ella aceptó la ruptura aquel día de inesperada lluvia.

Tomás olvidó y comenzó a amar nuevamente. Nicole lloró casi tres meses y comenzó a reconstruirse lentamente. Hace unos cuantos pocos días, ella sintió que el destino jugaba a su favor y que la constante mierda quedaba atrás. Lento pero seguro.

Cuando Tomás supo de la recuperación y nueva relación de Nicole, sintió un gran golpe a su ego putrefacto y a su endiosada y patética autoestima. Y decidió buscarla. La llamó, la buscó, la encontró... La encontró tan linda que le dio miedo, tan hermosa y no pudo resistirse, tan bella y se deshizo.

Las palabras sobraron, bastaron unas cuantas miradas y la cama ya era testigo de tan ferviente pasión. Sus cuerpos unidos una vez más gracias a quién sabe qué. Cuerpos lánguidos, húmedos, ingrávidos. Los dos.

Al despertar, Nicole sintió que no lo amaba. Ya no. Junto con sentirse una idiota e imbécil; la peor de todas.

Al despertar, Tomás sintió que la volvía a amar, más bien jamás había dejado de hacerlo. Y mientras pensaba y sentía como un niño, vio sobre el velador la mitad del dinero que le correspondía pagar a ella. Tal como solían hacerlo antes cuando frecuentaban esos lugares.

Ella camina tranquilamente por el Barrio Lastarria. Liberada. Él siente que el destino juega en su contra y que las palabras jamás sobraron. Siente su desmoronamiento y llora incontenidamente sobre las usadas sábanas. Como un niño.

martes, 11 de septiembre de 2007

Su película favorita


"Sentada en una butaca, la última que se ve desde allá, me encuentro, viendo como pasa esta película ante mis ojos. Sí, debo confesarlo, me ha logrado emocionar varias veces, otras tantas, me ha hecho llorar de impotencia y rabia. A ratos me tranquiliza y me da paz. Es una buena película, pues logra poner en jaque todas las emociones existentes en mí. Y sigo viendo; y quedo perpleja ante la inseguridad que de pronto se apodera de mí, comienzo a sudar, lloro; lloro como nunca y en un abrir y cerrar de ojos, río con la música, la banda sonora es excelente, escucho los colores y percibo los aromas que hay detrás de la cinta cinematográfica. Es increíble como una simple película puede llegar a dar vuelcos tan grandes en un dos por tres. La magia del séptimo vicio le dicen algunos. Parece que aún no acabará y no quiero pararme de este asiento, quiero seguir contemplando. Comienza la mejor parte al parecer. No cabe duda, es una obra maestra, increíble... La mejor película que he visto en mi vida..."


Estación Central, 6:45 PM. Una muchacha sentada en un banco de la estación de trenes, presenciando su película favorita. Siendo la espectadora y actriz de su propia vida.

Tengo, tengo, tengo, tú no tienes nada


Tengo alergia al polvo, al pasto, al polen y otras cosas más
Tengo la manía de ordenar perfectamente mi pieza
Tengo mocos casi todo el año: Resfrío o alergia
Tengo mi pieza llena de afiches discotequeros
Tengo peluches en mi cama, puros regalos
Tengo música en mi computador y algunas discografías
Tengo chalecos de casi todos los colores
Tengo cintillos de casi todos los colores
Tengo un hermano que es el mejor hombre de todos
Tengo una mamá hincha-pelotas a la que amo
Tengo muchos conocidos con los que la paso bien
Tengo pocos amigos, pero son los mejores. Y los adoro
Tengo un fotolog en el que posteo puras tonteras
Tengo una extraña fijación por lo lentes ópticos
Tengo uno extraño placer: Pisar las baldosas sueltas de la calle
Tengo un blog en el que escribo tonteras aún peores
Tengo una gata que parece vaca; por los colores y lo gorda
Tengo fideos, tomate y un trocito de pera en mi estómago
Tengo ganas de hacer muchas cosas. Muchas!
Tengo a una amiga que está de cumpleaños hoy.
Tengo que leer un montón y no tendría que estar acá.

Tengo, tengo, tengo...





martes, 4 de septiembre de 2007

Oda a la Meretriz


Son tantas, que no sé por donde empezar.
Son tantas, y las estrellas se hacen pocas para contar.
Hay de tantos tipos, de tantos colores, con tantos aromas.

Son morenas, castañas, pelirrojas, rubias y las peores: rucias.
Rellenas, delgadas, anoréxicas, esculturales, magníficas;
Bajas, altas, medianas, pequeñas, grandiosas.

Pueden estudiar, trabajar o solo por amor al arte.
Estudiarían lo que fuera: Psicología, Ingeniería, lo que sea.
Hacen deporte, bailan, son porristas, exquisitas.

Las hay naturales, otras artificiales:
Se alisan los cabellos, se tiñen, se pintan, brillan.
Usan colores vistosos, muestran lo que tienen... Y lo que no tienen.

Las aman, las odian, las tocan y las vuelven a amar;
Las toman, las dejan, las pasean, las ocultan y las vuelven a tomar.
De la mano, del brazo, abrazos, "besos y abrazos no quitan pedazos"... Dicen.


Hay de las peores... Otras nos sabemos de las mejores.

lunes, 3 de septiembre de 2007

Del otro lado de la ventana


A las nueve en punto dijo él. Sonrió, la besó y se fue.

Ella pensó que sería la última vez que lo vería y que todo había llegado a su fin. Que la relación había acabado y el amor también. Un año no era en vano en su vida, pero había comenzado a verlo con otros ojos, lo veía nublado, lejano. No quedaban más que recuerdos.

También pensó: "¿Nueve de la mañana o nueve de la noche?". La excusa perfecta.

Tomó un taxi, miró por la ventana y olvidó.

domingo, 2 de septiembre de 2007

Allá abajo... allá arriba


A veces siento que voy en picada, y el aire en la cara me estremece. Estoy en un 14º piso, cerca del Club Hípico y en la azotea siento que se pierden mis ojos. Allá abajo, en lo más bajo, pasan los ciegos autos sin rumbo definido. Espero el indicado.

Fumo, pienso y luego respiro. Corre viento y me vuelvo a estremecer y es como si un millón de bichos explotaran y salieran con fuerza de mi cabeza. Fumo y aspiro la suave hierba que se incorpora lentamente a través de mis labios. Me gusta el aroma... La azotea y mi cabeza mojadas por la tenue y fina llovizna. Allá abajo, en el inframundo, los sordos autos. Y sigo esperando el indicado.

La noche me acompaña y me sigue los pasos, me pisa la sombra, oscurece mi vista... El cigarro ya no me gusta; dejaré de fumar, dejaré de mirar y de respirar, aunque sea por un momento...

Allá abajo, en el subterráneo, pululan los mudos autos, sin voz. Ninguno era el indicado.

Esta pistola sí.

Allá abajo nadie esperaba, nadie buscaba; mientras que allá arriba, en la cima del edificio, un chorro de sangre corría desde y hacia su cabeza.

Y el cigarro se consumía a su lado.